jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Puede la literatura salvar una ciudad?


escribe: mARTÍN cAMPS desde MÉXICo

En Ciudad Juárez, México, un grupo de escritores (Antonio Flores Shroeder,
Yuvia Cháirez y Edgar Rincón Luna) se han dado a la tarea de organizar uno
de los eventos literarios más grandes que han tenido lugar en esta ciudad
fronteriza del norte de México coordinando una lectura simultánea en 24
países y 131 ciudades el primero de septiembre del 2012 con el propósito
de hermanarse con esta ciudad que ha sido golpeada por la guerra contra
el narco en México. En México la guerra contra el narcotráfico ha dejado
80 mil muertos y miles desaparecidos, millares de ciudadanos han dejado
la ciudad por la inseguridad y por el rompimiento del acuerdo social
de tranquilidad y convivencia.

Tuve la oportunidad de participar en el primer encuentro de escritores
en el 2011 ofreciendo lecturas de poesía en universidades, cafés, pero también
en el transporte público y plazas para perderle el miedo a salir a la calle
y recuperar esos espacios que han estado desiertos por el miedo a la violencia.
El encuentro de poesía estuvo organizado con el apoyo de la sociedad civil,
en casas particulares, en instituciones, desmarcándose de los lugares por lo
común reservados para la “cultura” como los museos o instituciones de enseñanza.

Al horror de la violencia: los asesinados, las ráfagas de ametralladora,
descabezados, colgados, torturados, se le ha antepuesto la lectura de poesía,
la palabra. Recuerdo positivamente leer en algunas de las “ruteras” (como le
llaman a los colectivos o camiones) que son usados por la gente más pobre,
los que van a las maquiladoras (fábricas ensambladoras transnacionales donde
se pagan salarios muy bajos) y las personas escuchaban y se sorprendían
que no se les pedía nada, sólo escuchar poemas. La violencia es la ausencia
de la palabra, el fin de todo lo humano sintetizado en una detonación de una arma,
en la pólvora contenida que explota en una bala de odio y silencia, destruye,
poco a poco la sociedad.

Ciudad Juárez es la ciudad más peligrosa del mundo por un accidente
geográfico, por estar al lado de Estados Unidos y ser el corredor de las drogas
en América Latina. Pero la ciudad es también un sitio donde más de un millón
y medio de personas trabajan, hacen su vida, llevan a sus hijos a la escuela,
se enamoran, se divierten. Es una ciudad en el estado de Chihuahua, apenas
separada por el Río bravo de la ciudad de El Paso,Texas, paradójicamente
la ciudad más segura de Estados Unidos.

¿Cómo se recupera una ciudad de un descalabro de tal magnitud?
¿De vivir con miedo constante? Pareciera que leer poesía es un acto nimio
en comparación con la gravedad de lo que se enfrenta, pero tal vez los actos
más humanos y más pequeños son los más importantes: leer un libro a una
persona que no se conoce, un acto sin ninguna transacción monetaria.
La humanidad se recupera recobrando los actos humanos más simples.

Recuerdo que en aquel primer encuentro de escritores visitamos la biblioteca
comunitaria Ma’Juana que reunía a un grupo de niños que eran hijos o familiares
de “ejecutados” de personas que fueron asesinadas. Una familia abrió su casa
a esos niños e instaló una pequeña biblioteca en medio de uno de los barrios
más peligrosos de la ciudad. Allí se reunían a leer libros, a jugar. Porque los
gobiernos pronto se olvidan de los que sobreviven, de los “daños colaterales”
en su afán por colgarse medallas inalcanzables como resolver la “guerra contra las drogas”
(guerra que ningún país ha ganado) y a los ciudadanos les toca recobrar la normalidad,
armarse de valor para salir de nuevo a las calles, para vivir sin miedo.
Porque una vez que el periodo de los gobiernos terminan y se marchan a sus
refugios que están muy lejos de las calles devastadas, entonces a los ciudadanos
les toca hacer todo lo posible para recuperar la ciudad.

Sí, la poesía puede salvar una ciudad, abrir un libro, salir a la calle. En aquel
primer encuentro de escritores, después de haber pasado tres retenes de militares
y policías federales, se organizó un encuentro de poesía en una biblioteca, donde había más
jóvenes escuchando que en un popular bar que estaba en esa misma zona (en esta ciudad
nadie va a los bares porque son el blanco de los sicarios).
¿Quién iba a pensar que en esta ciudad una lectura de poesía tendría más asistentes
que un bar? Estar en esa lectura fue un acto de valentía para los que se arriesgaron a salir
por la noche y recuperar poco a poco la ciudad.

Los cínicos decían que las lecturas no ayudan en nada, pero no se dan cuenta
que la literatura, la pintura, el cine, la música, las artes en general son el aire limpio
de una ciudad, es lo que mantiene el asfalto y el concreto, es la razón del alumbrado
público y las señales de tráfico. Cuando la ciudad agoniza las artes son el resguardo humano,
el motivo de congregación social, la expresión que nos recuerda de lo que estamos hechos
y lo que nos une a otros seres humanos. Cuando la violencia del narcotráfico detuvo el flujo
normal de la sociedad y el Estado desenvainó con toda su fuerza, los ciudadanos comunes
y corrientes tuvieron que hacerse a un lado y guarecerse en sus casas o parapetarse
en sus trabajos.

La violencia sólo ha dejado silencio y soledad en un México por lo general festivo
y relajiento. La válvula de la muerte que se abrió hace cinco años sigue abierta y será muy
difícil cerrarla de nuevo, pasarán tal vez otros cinco años hasta que se empiece a ver cierto
aire de normalidad y una generación que ha quedado marcada por la guerra. El movimiento
de Escritores por Juárez es una iniciativa que ha dado un aire de renovación, un respiro
para mirar con esperanza el futuro y saber que en los ciudadanos reside la fuerza para volver
a reconstruir los lazos de confianza, civilidad y la paz que rompió el miedo.


Aquí hay alguna información sobre este movimiento cultural en la red cibernética:



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